Se suele decir que son los grandes olvidados de nuestro cuerpo. De hecho, casi nadie se acuerda de ellos y, quien lo hace, es, casi siempre, acuciado por el verano, cuando nos toca desvestirlos, ya sea en la playa, en la piscina o sobre el asfalto. Y ser los grandes olvidados los convierte también en los grandes descuidados.
Son los pies. Y ellos también tienen quien les cuide. Es el podólogo, especialista médico encargado de tratar afecciones y deformidades en unas extremidades que nos sirven de base, de soporte para el resto de nuestro cuerpo. Tienen que aguantar nuestro peso. Nos aportan apoyo y equilibrio. Nos llevan y nos traen. De ahí que una pisada incorrecta pueda llegar a desembocar en problemas que no conciernen solamente al pie; pueden llegar a tobillo, rodilla o cadera, por ejemplo.
¿Cuándo acudir al podólogo?
El profesional podólogo está preparado para “la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la rehabilitación de las patologías del pie”, según la definición de la Facultad de Podología de la Universidad Complutense de Madrid. No solo cura; también previene.
Callos, durezas, juanetes, papilomas (verrugas), problemas con las uñas… Son múltiples los problemas que nos pueden llevar a la consulta de este sanitario. A veces, una molestia o incluso un dolor que nos impiden caminar adecuada y cómodamente; en otras ocasiones, el simple reconocimiento de que la salud empieza por los pies.
‘Cada etapa tiene sus problemas’
No hay edad para hacerse una revisión podológica. Nunca se es demasiado joven ni demasiado mayor. De hecho, como recuerda Sanitas, “cada etapa de la vida tiene sus propios problemas”. De ahí que la compañía recuerde la recomendación que sugiere que un profesional de esta rama vigile el crecimiento de las uñas en losbebés, incluso de los recién nacidos.
Años más tarde, deberá estar pendiente de la posible aparición de ampollas, así como de pies planos o cavos en niños. Sin olvidar que las piscinas y duchas públicas, tan habituales en la etapa escolar por la participación en actividades deportivas, son, con frecuencia, lugar de contagio de papilomas.
Los riesgos de esa etapa continúan durante la adolescencia, cuando, además, pueden producirse infecciones por pie de atleta.
¿Cuál es la edad más delicada?
Pero es durante la edad adulta cuando sometemos a los pies a una mayor presión, que se refleja en multitud de ocasiones en dolor. Un calzado poco adecuado y la intensa actividad que marca nuestro día a día son desencadenantes de un problema que la mayoría padecemos en algún momento de nuestras vidas. Y no solo dolor; también uñas encarnadas, hongos, durezas, sudoración excesiva… sin olvidar las lesiones deportivas mal curadas, la inestabilidad de los tobillos o las fascitis plantares, por ejemplo.
Mientras tanto, las personas mayores sufren con mayor frecuenca, durezas, juanetes, dedos en martillo o en garra… según Sanitas.
En este punto, cabe recordar que el pie humano está compuesto por 26 huesos, 19 músculos, 33 articulaciones y más de cien tendones, músculos y ligamentos.
Fuente: gaceta.es